LAS PIEDRAS
El pecado ante el espejo
les cercenó las alas a las piedras,
y aunque algunas arrogantes
aún planean,
y otras cosquillean algún cuenco
o amagan proyectarse o bizquean
oteando algún testigo de ojo adverso,
el aire ya no les es propicio
como antaño
cuando impunemente sorbían sangre
de vagabundos y rameras.
Detrás de las espaldas, escondidas,
convienen que se queden
si no quieren oír la voz del Santo
de nuevo un día de estos
poner al descubierto sus vergüenzas.