Y me miré al espejo,
y ahí estaban ellas!...
atrevidas, desafiantes,
las arrugas...
y un montón de hebras blancas
coronando mis sienes agotadas
por el paso del tiempo
inexorable y raudo...
Esa piel que fue tersa y deseada
hoy se encuentra reseca,
sin brillo ni atractivo alguno
que haga volver la mirada.
Y los ojos, carbones que ayer fueron
en mi faz dos luminares,
apagados cual estrella moribunda
en el ignoto espacio.
Y si bien todo envejece
como parte de un convenio con la vida,
me quiero resistir a este destino
de ver mi voluntad vencida.
Y la agonía parece que se crece
y se torna falaz e irrefrenable,
...Sólo me resta mirar sin esperanzas
de los años el paso inexorable.
R. Gruger / 1985