Lourdes Aguilar

MEMORIAS DE UN PERRO

Ese día amaneció soleado y seco, una polvareda me envolvió, haciéndome estornudar, mi hocico se hirió con un vidrio mientras rompía y revolvía las bolsas con basura que los vecinos tiran en la esquina, me rasqué la piel pelada por la sarna, otros tres o cuatro camaradas me acompañaban.

Siempre nos reunimos y entonces yo les platicaba de mis tiempos gloriosos, cuando fui la mascota de niños alegres, tenía una cama acolchonada junto a la puerta, cada semana los amos me bañaban y todos juntos salíamos a pasear en el carro, solía echarme a sus pies y diligente cuidaba sus bienes.

Pero algo pasó, lo recuerdo muy bien: amo y ama discutieron a gritos, los niños en un rincón lloraban abrazándome los pobrecitos, ella furiosa recogió algunas cosas y los obligó a soltarme para llevárselos no sé a dónde; lentamente me acerqué para consolar a mi amo, sus ojos chispeaban, sus manos sudababan y al verme, sin más fui apaleado y la reja cerró tras de mi.

Desde entonces me llamaron \"plaga\", desde entonces engrosé la legión callejera, mi lengua ya no lamió ninguna mejilla, ninguna mano, ningunos pies, tan solo sus llagas abiertas.

El sonido de una camioneta nos alertó, venían por nosotros, como siempre, ese día otros camaradas tuvieron suerte, yo no. Estoy en una prisión estrecha, oyendo los ladridos esperanzados de otros reos. Yo no ladro, para qué? Nadie quiere un perro sarnoso y llagando, desterrado por un amo que se volvió malo de repente; estoy condenado a muerte, así que aúllo, recitando la oración que mi madre me enseñó cuando cachorro y que dejé de repetir cuando en compañía de los humanos les creí ciegamente seres maravillosos e incorruptibles:

Concédeme, Señor, un amo

Que me pueda dar hogar

Que me vea como a hermano

Con quién comparte la creación.

Concédele, Señor,va ese amo

dicha y prosperidad

Para que aún con poco

Pueda conmigo compartir

Porque humanos generosos

Difíciles son de hallar

Concédeme, Señor, un amo

Humilde, y si cabe, también conciente

Que se preocupe en mi enfermedad

Y no me haga a un lado cual juguete desechable

Y si acaso tuviera hijos les enseñe también

a respetar  cada criatura

Existente tanto en tierra como en mar

Concédeme, Señor, un amo 

Dispuesto a conservarme en la vejez

Concédele, Señor, a ese amo

En su vida fortaleza y lucidez

Porque humanos tan valiosos

Son muy escasos de encontrar

Concédeme, Señor, un amo 

A quien pueda por siempre serle fiel