Yo la quise, y a veces ella también me quiso
Pablo Neruda
¡Oscura noche poblada de estrellas!
¡Noche de mi alma!
¡Noche, a quien tantas veces he invocado,
escucha ahora mis penas más amargas!
¡Oye, por favor, mis humildes ruegos,
mis súplicas más agrias!
Quisiera volver atrás el tiempo,
retornar a los años de mi infancia,
a los dulces momentos en que vi
la bella imagen de mi bienamada.
Quisiera comenzar todo de nuevo,
vivir aquellos años esmeraldas,
volver a enamorarme otra vez
de los encantos de mi bella amada.
Revivir nuestros días más felices,
soñar en las noches de luna plata,
evocar nuestros recuerdos idílicos,
rememorar nuestras horas más plácidas.
Quisiera vagar por los sentimientos
de la mujer que yo idolatraba,
libar el dulce néctar de sus labios
y sumergirme en su verde mirada.
Robar un sutil hálito,
acariciar su melena dorada,
que se derramaba hasta su cintura
como alegre cascada.
Quisiera vivir los gratos instantes
en que por mí fue amada,
en que yo gocé de ella
las mieles de su alma.
Quisiera vivir los gratos instantes
en que ella de mí quedó enamorada,
que junto con su cuerpo
me entregó también su alma.
Yo la quise y (…) ella también me quiso.
Yo no dejé de amarla.
Yo la amaba sobre todas las cosas
y ella también me amaba.
Pero un aciago día,
un día funesto y sin esperanza,
ella se desvaneció de mis sueños
y ya no volví a hallarla.
Era toda mi vida
y llenaba mis horas más aciagas.
Sin su presencia vivir ya no quiero
una vida tan vana y desdichada,
antes prefiero la muerte mil veces
que vivir sin mi amada.
Prefiero vagar por el infinito,
en donde se diluyen las distancias,
do no cuenta la levedad del tiempo
ni la altivez humana,
donde tan sólo viven
espíritus en calma.
Y ahora, oh noche, como adiós te ofrezco
este cáliz de mis amargas lágrimas.
Suspiros y sueños de amor