Son luciérnagas tus zapatillas,
son lumbre viva y encendida,
indican, imantan e incitan,
lucen a la derecha del azul
de tu puerta habladora y entreabierta.
Desoxido el cerrojo del baul de mis miedos,
dejo atras timidez, verguenzas, rechazos
y ese carro cargado de frustaciones y desvelos.
De puntillas...entro....
inspiro las ilusiones, los sueños,
del refugio, de tu habitación.
Por delante pasee,
pase tantas veces queriendo
asir con mi mano el pomo y abriendo
hacer tangibles mis deseos.
Y al fin...
despojándome de lastres
me permito, me desapego,
me desnudo, oso y me atrevo.
Tan cauto como sigiloso
recorro a ciegas tu estancia;
me mimetizo,
soy animal, soy un perro.
A cuatro patas de ti me prendo.
Husmeo tu silueta,
recorro y me regalo exquisitos aromas,
viajo entre suculentos sentires:
solícitos, exclusivos; tuyos.
Estos, reposan magnetizando mi ser; atraen.
Son corporeo y sutil satén,
dan forma a la tentación
con esta rosacea perfección
de belleza natural,
deslumbrante e innata,
que me toma y embriaga
vistiendo tu cuerpo.
Siendo camaleón
me plazco de ti;
eres insecto.
El panal de tus entrañas
rezuma savia golosa y pegajosa,
rebosan por tu copa
medicinas caloríficas,
alientos exprimidos,
mieles muy dulces,
elixires que adiccionan;
a cada sorbo,
con cada beso.
Repaso y desenvuelvo
los dulces de azucar
hallados sobre tus pechos.
Me concedes renovados atributos,
nuevas fuerzas,
petalos desprendidos
desde antiguos anhelos.
Igual desmembras al hombre racional
(desaparece),
que extraes al hombre inconsciente y visceral
(tiemblo mientras rujo);
conviertes hielo en fuego.
Ante ti,
se ahuecan los poros de mi piel,
me descalzo, tanto de angustias
como de mis ansias.
Viertes frente a mi el mar,
la excitación y el sosiego,
me tomas sin hablar, sin mirar;
y en ti aprendo a nadar, me sumergo.