Lourdes Aguilar

SOLEDADES

Existe soledad de diversa clase:

Soledad angustiada, amargamente digerida

Soledad que se cuela en el bullicio

Se bebe en los bares y cantinas

Se consume en los banquetes y en ayunas

Se acuesta en las mansiones y burdeles

Se exhibe en lujosos aparadores y barriadas

Circula por las avenidas

Aguarda en hospitales y prisiones

Y mientras más se le huye más se acerca

Aferrándose a los oídos, cuando todo calla

Asalta entre las sábanas

Acariciando codiciosa 

Las espaldas y frentes sudorosas

Soledad que hunde y enloquece

Poblada por enjambres de recuerdos

Que penetran, emponzoñando

Hasta el más recóndito rincón del ser

Vaciando y modificando su esencia

Soledad acompañada por espectros

Soledad de constantes sobresaltos

De sombras oteando en los resquicios

Asfixiante, prolífica de engendros infernales

Que avanzan sutilmente 

Atacando como arañas

Minando a dentelladas el ánimo y la razón

Cada instante, todo el tiempo, largo tiempo

Pero también

Hay soledad enamorada de la vida

Apasionante y sorprendida

Soledad para degustar en plenilunio

En la tenue alborada o al palidecer el día

Soledad que eleva y que transporta

Desterrando cualquier culpa

Soledad para deleitarse entre líneas

Al compás de notas musicales

O a diestras pinceladas

Soledad anclada en el por qué eterno

Inmensa como el mar

Inquieta como lluvia

De donde surgen grandes ideas

Soledad animada por gónadas divinas

Que se proyectan como un haz de luz

Entre el caos y el dolor

Nutriendo el corazón

Soledad serena, restauradora

Capaz de percibir el latido de la oruga

Soledad. Que embelesa y se disfruta

Soledad, en fin, que une a las almas con el cielo