Así, era la oscura habitación, oscura, del color como la noche, y con unas cenizas de lo que fue ocurrido allí. La oscura habitación se había vuelto miserable, distinta, y con un aire del olor como del humo quemado por un fuego devorador. Cuando en las ventanas, pues, no tenía. Sólo soslayó una penumbra y en una sola soledad, y una sombra vislumbrante, en que sólo cayó un sólo dolor y no tan pasajero y todo porque fue un suicidio que se debió de haber evitado. Y era, María Isabel, la que debió de atraer la fuerza y no la debilidad cuando no quiso enfrentarse a sus agresores y optó por la muerte el suicidio. No halló salida ni tiempo, ni horas oscuras, sino que tomó la soga y se ahorcó con ella por la fría ventana. Cuando en el alma, se debatió una sola espera, un solo dolor, y un solo tiempo. Y no era el tiempo correcto, ni perfecto, ni el rumbo a continuar desde que el silencio la atrapó como una vulnerable e insensible mujer. La tomó de sorpresa por el tronco más fino, y no por el grosor del tronco. Y fue la fea o la mujer con un alma débil, pues, su rumbo quedó en desaciertos, cuando en aquella habitación tan desolada y oscura, se llenó de fantasía y de recuerdos tenues, cuando en el ámbito se logró el deseo de ver el cielo por el mismo otero por donde se vá y no por donde sale en el crepúsculo. Y fue ella, la mujer del colmado, la que era débilmente a lo que creyó una fealdad sin remedio alguno. Pero, ¿no tenía remedio?, ¿acaso, se enfrío el deseo de vivir y apaciguó el deseo en verse hermosa como la rosa?, ¿acaso, la conmoción se alteró demasiado en creer en que el delirio fuera como el eterno frío?, ¿acaso, como el inocuo desbalance en creer que la fuerza se debilitó?, y se suicidó, cayó en reo su alma, como en creer que su alma cayó en un sólo desafío, cuando corrió el alma por el rumbo incierto. Y calló lo que quería expresar o decir la incertidumbre que pasó con esos tres hombres que se burlaron de ella por fea, automatizando y forjando el mal o la vil muerte en un efectivo suicidio. Y tomó la soga, la cual, con ella mató la vida, mató el cuerpo, ahorcándose por una cruel, triste y fría ventana en la medianoche del sábado en un invierno casi tan friolero como el frío que dejaron las huellas de esos tres hombres que se burlaron de ella. Cuando en el alma se enfadó por tanto y por mucho, dejando una fría estela sinsabores, cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, sólo comenzó con un deteriorado desenlace. Cuando en la realidad se vió como un tiempo casi muerto, hechizado y casi sin Dios y sin la pobre vida que le pesaba más de la cuenta por su eterna fealdad sin remedio alguno, como ella creía. Cuando en el mundo, sólo en el mundo, cayó en redención aquello que se llamaba deseo. El deseo de la vida, el deseo de la efímera y exacta existencia, cuando logró caer en un abismo tan profundo como lo fue en aquella depresión sin conexión a la vida misma influyendo en un sólo suicidio. Cuando en el alma, sólo en el alma, sólo se llevó la eternidad en un sólo silencio que devastó como el oropel la manera en creer o no. Y la única forma en sentir lo que era fraguar un asola idea en la cabeza: el suicidio.
Y él, Joaquín de la Montaña, se vió alterado, frustrado y cansado de hacer valer algo que automatizó la esencia de creer en el amor tan verdadero. Y era la vindicta eminente, la que quiso ser a ciencia cierta en lo que quiso ser. Y era él, Joaquín de la Montaña, el que quiso ser un poeta bohémico, sólo recordó un pasaje muy hermoso de un poemario viejo suyo y que decía así…
“¡... Hay cruel venganza que no acecha con bifurcar,
lo que es la pura verdad con el reflejo en querer desamar,
amarrar el tormento y el gélido momento,
cuando el alma se debió de entretejer en el cuerpo,
cuando el cálido marfuz comenzó en trasluz,
y ahora, sólo ahora, sólo queda una cruz,
que solventa el calor en frío,
cuando en el alma se siente como el ingrato delirio…!”,
Y él, Joaquín de la Montaña, creyó en ser con un sólo poder y un hombre fuerte como el valiente desenlace de aquel suicidio de la mujer que amaba. Y la labor del cremador no era difícil ni fácil, sino que aprendió mucho en como un ser humano se crema en la morgue. Y le faltaban dos de tres hombres para su vil y cruel venganza. Cuando en el delirio yá lo tenía en la mira, cuando él decide hacer raya y aparte. Y lo sigue y lo busca, lo sigue y lo busca, deteniendo el frío desenlace en un instante en que la venganza lo era todo para él y por su gran amor. Sucumbió en un delirio, en un tiempo nefasto, en que sólo el silencio, se enfrentó a la desolación, al sentido sin sentido, al frío incongruente, al desafío inconcluso, al delirio en sudores de camisas de color blanco, cuando se nota el extraño parecer de querer vengar a su amor y a su más irreverente ilusión, desatando el camino y el ir y venir, sintiendo el deseo en amarrar a ese hombre al tendedero y hacer y decir que la ropa sucia se lava en casa. Cuando en el deseo se volcó en un sólo instinto, cuando en el desenfreno socavó la pena y la alegría quedó en tiempos de desilusión cuando en el momento quedó como en el ir y venir. Cuando en un instante lo ahorcó del tendedero en aquella azotea, cuando la ropa de color blanco quedó percudida por tanto desenlace cruel y todo por el suicidio de su amor, la mujer del colmado la María Isabel. Cuando se investigó fue un cruel enredo entre aquel tendedero de ropa cuando sus zapatos quedaron enredados entre una bajada de la azotea. Él, Joaquín de la Montaña, quedó en un eterno silencio, devastado, era su primer asesinato, pues, sólo recordó, a su amor como siempre. Cuando en el aire, sólo quedó, como un reflejo entre el interior de un sólo espejo. Cuando en el alma, se reflejó el llanto en querer caer como un mojigato entre aquel dolor por sus manos llenas de sangre, pero, de rodillas y dijo, -“lo hice todo por ella, por mi amor, María Isabel”-, y prosiguió camino abajo con su alegría, pero, con un frío temor en ser descubierto. Y recordó una poesía de fuerte carácter que decía así…
“¡... Oh, tiempo, mi solo tiempo,
como un frío que atemoriza mi voluntad,
cuando arde la pasión en soledad,
¡matar…!, ¡uf!, en un escalofrío que me hace temblar,
la cruel venganza es un trago dulce,
pero, que acecha con un agrio sabor por callar,
fueron mis manos y no mis ojos,
fueron mis manos y no mi libertad,
cuando en el tiempo, sólo en el tiempo,
fue como el abrir y cerrar de ojos,
fue como buscar y no encontrar amor,
si fue como el más terrible dolor,
el sentido, sólo el sentido,
cuando quedó tan hondo y en lo prohibido,
un deseo en amar como lo que fue tan perdido…!”,
Cuando el tiempo, sólo el tiempo, no cambió el deseo, de ver por los ojos, un sólo dolor. Cuando en el tiempo sólo se perfumó el deseo de sentir el suave aire de María Isabel. Cuando en el alma se debatió el reloj, en saber las horas pertinentes, en querer amar lo que más quiso a María Isabel. Cuando en la sed quiso saber que ser sediento de sus besos, como el alma se abasteció de calma, pero, no fue así. Estaba nervioso y sin poder saber que un asesino real tiene sangre fría y que su mano no tiembla jamás y que no tiene memoria. Pero, no, él estaba nervioso, su esencia perfilaba hacia una eterna ausencia, y pensaba y pensaba, analizaba y analizaba, cuando un asesino no tiene presencia ni nervios que lo atormenten. Cuando en la mañana, se abasteció de una fría calma, que deterioró el desenlace final, si sólo le quedaba uno de tres hombres. Y un delirio total, que sólo abasteció de ternura y de locura, cuando quiso ser como el huésped en la casa de un amigo suyo. Y deliró fiebre, pero, cosechó lo que nunca, una rica satisfacción de vindicta eminente. Y fue, él, Joaquín de la Montaña, cuando en el amanecer se llenó de ira y de rencor por él mismo. Y quiso gritar y gritó en las afueras de la ciudad, de aquel vecindario, en el cual, desde toda una vida lo alojó a él, como persona. Y gritó, y se maldijo una y mil veces. Hasta hacer desaparecer de su mente aquel recuerdo. Y quiso más y más, saber que el destino era así. Cuando en el ambiente se electrizó en verdad de miedos adyacentes. Cuando en el corage se advirtió el reflejo de un sólo rostro en el alma, en la propia alma. Si infortunadamente quedó como un desastre, en saber de la cruel verdad, de que había matado, sí. Y sin el debido instante en saber que el recorrer por el mismo cielo, se entristeció el alma. Cuando en el alma se sintió como el pasaje de ida y sin vuelta. Cuando recordó a aquella oscura habitación, donde guardaba el más bello recuerdo de su eterno amor, María Isabel. Y por aquella venganza friolera que quiso acabar por todo y de una vez. Cuando sólo presintió un tiempo en delirio y se identificó como el más cruel de los instantes sin Dios ni salvación. Y volvió a sentir el fuego devorador, aquel que en la vida sintió una vez. Cuando por aquella vez, sólo el fuego siniestro socavó muy dentro y en el mismo cuerpo, cuando en la osadía, se volvió como el más vil de los instantes y perpetró la más cruel de las muertes, quedando interiorizado dentro del cuerpo del cremador de la morgue. Y era él, Joaquín de la Montaña, cuando en el siniestro percance, pierde la vida, y más el deseo de vivir, cuando se enteró del cruel desenlace de María Isabel y de su inmortal suicidio. Y todo, porque él, Joaquín de la Montaña, inmortalizó su deceso en una cruel venganza. Y él, entre aquella ciudad, pensó en un poema triste como aquella noche fría que azotaba a su piel y que decía así…
“¡... Ay, deseo muerto que vives muy dentro,
no hallo ni quiero ni encuentro,
el camino real porque no quiero ser connatural,
es innato el anhelo por original,
cuando quiero y amo a tu amor por dolor,
es el triste clamor que en esta noche me da calor,
cuando en la gélida noche das frío descendiente,
cuando por tí noche oscura soy un caminante,
que desnudo quiere ser de tus besos el calor,
cuando por errar me das todo el horror,
de una nueva noche a expensas del dolor…!,
Cuando en el suburbio quedó malhumorado, deseoso por embriagar su sangre con alcohol. Y se fue al bar de la esquina, y se reencontró con aquella francesa llamada Frances, la que siempre le decía, -“L\'amour veut s’envoler”-. y él, le decía, -“Yes, I can fly…”-, cuando de pronto, ella lo besa apasionadamente con calor y con locura por ser una francesa exquisita. Hacen el amor juntos los dos, bajo la luz de luna con un tormento en que sólo el destino es huérfano de un porvenir. Bajo aquella luna, si sólo brillaba el sol en el amanecer, cuando los dos desnudos quedaron por siempre bajo el imperio de aquella habitación a oscuras.
Continuará……………………………………………………………………………..
¡¡¡¡¡¡¡¡¡6 Años en Poemas del Alma!!!!!!!!!!!!!!!
Hoy 14 de marzo de 2020,
cumplo seis años de pertenecer a este portal hermoso,
no son las letras,
sino la poesía innata,
que es tan bella como la pluma quien escribe,
son bellas las palabras y que son tan perfectas,
cuando el tiempo, sólo en el tiempo,
se da poder escribir,
para mí la escritura lo es todo,
y más la poesía en saber descifrar un dilema,
hoy amigos que me leen,
cumplo seis años en Poemas del Alma,
gran portal de la poesía,
y de muchos poetas y muy buenos,
gracias por compartir conmigo este rinconcito,
se los agradezco inmensamente,
se les quiere mucho…
¡¡¡¡¡¡¡¡¡6 Años en Poemas del Alma!!!!!!!!!!!!!!!