No llores nunca
y menos por mi culpa.
No te merezco.
Estoy cansado,
vencido y sin pelea.
No te sonrías.
Debo volver
al campo de batalla:
¡Mi propia vida!
En ella aguardan
las rosas y laureles
con las espinas.
¡Ardua tarea,
buscar entre la gleba
algo de luz!
Pero deseo
ahogarme en las entrañas
y entre la tierra.
Quizás encuentre
que asoma una amapola
con un mensaje.
Y en él un nombre,
portando tus latidos
y tus susurros.
Brisa naciente
que alivie al corazón
de tanta sed.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/02/20