La tarde...
llora muy despacio,
como cuajadas
de cálido rocío...
se ausenta el día.
Y mi melancolía...
aquella de las sutiles horas,
sueña
desesperada y firme...
entre lánguidos
y pálidos conciertos.
Nada pareciera
curar la herida...
entre chopos y áridos
cristales,
como la memoria
desasosegada
del mañana...
en la homérica
carcoma
del vacío.