Guardián De Ángeles

La atención de una mariposa

¿Qué puedo reclamarte en este  instante de mi declive?
¿Bajo qué premisa puedo juzgar tu acto como injusto?
Me reconfortas en la indecisión de mis trances,
y en la alborada tu llama me abriga del frío.

No hay ni un solo motivo para reclamarte nada,
si me llenas de vida cada vez que los ojos cierro
y en mi mente al dormir creas un mundo de ensueño,
amándonos ahí solos tú y yo con pasión
haciendo que se desorbite nuestro éxtasis.

La intensidad de tu amor me acompaña noche y día,
que si de la perfección de tu mundo me echas hacia el ostracismo
el descontrol de nuestro idilio me alentará para volver,
para estar a tu lado, y amarte y que me ames,
sin reclamos, sin limitaciones ni privaciones,
con tu sinceridad, con tu pureza y tu entrega total.

Has llenado a mi vida completamente de encantos
y me queda amarte para siempre de modo igual.

Buenaventura para ti seductor de letras,
que con naturaleza inocentemente emanas
frases de tu corazón,
en avidez de fuegos, de caricias y suavidades,
-ó quizás, con premeditación, perversión y futilidad-,
tiendes redes en el cual concentras
la atención de una mariposa que en su primor,
quedando en el hechizo de la luz de tus expresiones
ha dejado el cielo
bajo el instinto de su entusiasmo.

Aprisionas la fragilidad de su corazón
dentro de la cárcel que tienes en la cúspide
de tu páramo -que está inaccesible con minas por doquier-,
quedó encadenada a ti
como no había sido nunca,
amándote no como en la jovialidad
ni en la lozanía ni en el verdor
de una mañana que reluce en su frescura,
sí en un amor que se trocó subyugado,
que ama entre las umbras
del medio día a pleno sol.

Mariposa que anhela reposar
entre las nubes junto a ti,
¡seductor de escrituras!,
ella soñando con los aromas de las flores
y luces del cielo, de la eternidad;
aceptando estar encadenada
sólo si se concluyen sus sufrimientos,
materializando en su cielo
lo que con tus letras, en sus quimeras,
has pintado como una realidad.