El llanto no conmueve,
las cicatrices y las manos frías tampoco.
Los ojos arden y las pestañas se deshacen,
se quiebran, ya no soportan la inundación.
Los ojos quedan desprotegidos, quieren cerrarse,
y dormir en paz.
La soledad no conmueve,
el olvido y la muerte tampoco.
Los labios se resecan, y lanzan su último grito.
Los gritos de dolor no conmueven,
los de miseria y abandono tampoco.
Y en un jardín de rosas sin espinas, llora la alegría.