Guardián De Ángeles

Tu amor perfecto en mi mundo

Si tú no eres la perfección,
eres lo más cercano que se le parece,
porque si el amor es perfecto,
yo conozco al amor, sólo en ti.

Y para mí, perfecto el amor es,
porque precisamente de ti surge.

Porque mi mundo se trocó
más perfecto y lo más inmediato
a lo que es la perfección,
desde que me regalas
sin condiciones tu efervescencia
que se desborda,
desde que nuestros corazones
aceleran sus pulsaciones
cuando sienten la proximidad.

Tu virtud no radica en tu pulcritud,
si no en tu bello comportamiento
al producir linduras en mi entorno
que tornan a mi mundo tan perfecto;
por lo ferviente de tus manos
que con su calor a mi vida vistes de gala,
por el delirio que a diario me concedes
al ver la vida con una mejor visión.

Tu perfección radica en el hecho
de darme motivos para estar vivo,
de poder amar y de ser amado,
por irrumpir con ímpetu en mi lecho,
por darme eternidad en un segundo,
por la dicha de encontrarte en lo sublime
y poner tu amor perfecto en mi mundo.

Bello el paisaje donde reposa tu pensamiento,
donde una vez se pintaron los elementos
con la hermosura de los momentos que tu memoria aprecia,
donde más felizmente te regocijabas en ellos
con tu alma de soñadora y coloreabas un porvenir,
con la amabilidad y bondad que opacaba la ocurrencia
de los hostigamientos de una época.

Vuelves con sutileza a ese lugar imaginándolo
y te das cuenta que ahí siempre has estado,
buscando anidar en el lecho del ave que mora
sosegadamente como guardián de tus crónicas.

Simplemente otro lugar así, no hay igual,
y volverás muchas veces, cuando tu alma llora
y cuando tu alma ríe, porque aquel espacio
es la obra de arte que va pintando tu memoria
mientras recorres el camino hacia la eternidad.

¿Qué hay más grande que la inmensidad
que ostenta el expansible universo?

¿Qué más perenne que la sesión sin irrupción
en la eternidad donde mora el creador?

Sin embargo todo se torna minúsculo
en la complejidad de un sublime beso
y la eternidad se comprime en el segundo
de una brevedad que en su intensidad jamás se olvida.

Conectarme contigo, ¡que excelso!
en un ósculo sin máculas santificar
mi entelequia en la religión de adorarte,
y en cada culto de arrobamiento merecerme
tus labios que se enardecen para expiar
a cada una de mis libaciones.

Rictus bendito, que a mi alma redime,
que en el sagrario de tus mejillas
se reserva, para mí, la exoneración;
no me queda más que ofrendarte
mis labios para entrar en comunión.

Redentora mía, con tu mudez declara
que me eximes siempre de mis yerros
y que merezco llegar a tu cielo,
por lo ingente de tu benignidad
y prémiame con la excelsitud de tu gloria
en cada rictus de religiosidad
y en la brevedad de un ósculo
dame el paroxismo de tu eternidad.