Acompañarte en batallas ajenas,
como si la paz nunca hubiera sido,
en una guerra perdida sin comenzar,
como si siempre hubiese sido.
Deambulando en lejanas trincheras
de enrejados días con afiladas horas,
mientras a unos les caen venablos
convertidos en plomo para otros.
Compartiría tu ineficaz parapeto
en una mutua cura de las llagas
a la espera de otras deseadas espinas,
preámbulo de aterciopelados aromas;
en un placentero encierro voluntario,
como si el forzado no hubiera sido,
en un mar de sanadoras caricias,
como si siempre hubiese sido.