¡Oh, amor!
Déjame abrazar tus miedos
que se elevan en tu pecho
como río en creciente
diezmando tus afectos.
Permíteme acariciar la rosa
que en tus versos florece
y que desnude mis deseos
antes que el día cese,
y la noche nos envuelva
en su oscuridad que carece
de cánticos de enamorados
y aromas de madreselva;
de música en rocío
y de febril y acogedora leña
de notas de guitarra
e incandescente luz que amiela,
a dos corazones rojos
que se nutren de primaveras
y a dos almas que unidas
flotan en tu luna llena.
¡Oh, amor!
Permíteme que cante
con tu amor en mis manos
con voz de terciopelo
para que mi ruego no sea vano.
Yamila.