Es por la lejana y acostumbrada I
de la imaginación,
que juega con mis sueños
porque no estás.
Te pareces a la triste y pesada L
del lamento de mi alma,
de la Luna ensangrentada.
Pero me duele en las entrañas la U
de la única melodía
que me habla de ti
en el último ocaso del mundo.
Aunque pienso más en el vacío de la S
del último suspiro
que sella para siempre la muerte
con una palabra entrecortada en los labios.
Es que he vuelto a la acostumbrada I
de la infinita pasión
y de a interminable historia.
Fosforece el último rayo de luz de la O
como cuando se oculta el Sol,
para dar paso a una noche sin estrellas
inundada de oscuridad.
Al final se ha clavado en mí la N
porque nunca te podré tener;
porque eres solamente un sueño;
porque eres mi lejana ilusión.