Desde mi infancia, al escuchar el nombre de mi bonita ciudad, mi mente se adorna de alegría, de cantos y de baile.
De ramas que van de un lado al otro danzando al ritmo de la brisa.
Las calles repletas de gente con una gran sonrisa en busca de un porvenir
aunque las condiciones lo hacen parecer inalcanzable
Los niños y niñas corriendo en la plaza intentando alcanzar burbujas
como los adultos corren tras sueños
A mi mente llegan aquellos días donde el glorioso Río Guatapurí recorría el cuerpo de muchos
y a muchos otros nos recorría también el alma.
Imposible olvidar las polvorosas canchas donde, a cualquier hora del día, sin temor al imponente sol, muchos disfrutaban correr tras una pelota mientras al mismo tiempo pretendían tejer un futuro
No solo para ellos, sino también para los suyos.
Pero hoy, resulta inconcebible salir y no encontrar más que unas calles solitarias.
Un pavimento ardiente que mantiene una conversación con las paredes de los locales vacíos.
Nos hemos dejado envolver por el circo mediático que ha construido \"un monstruo\"
que quizá, responde a intereses económicos y políticos de unos pocos.
Se oyen rumores de cuarentena en las contadas esquinas donde aún permanecen algunos inquietos
Y ahí están las grandes empresas - nacionales e internacionales- manejando precios inalcanzables para las mayorías.
Las brechas de las desigualdades logran abrirse más y más a medida que los días transcurren.
Por un lado, los que tienen mayor capacidad adquisitiva, que cegados del miedo compran compulsivamente hasta escasear todo.
De este lado, en el que yo me encuentro, estamos los que sobrevivimos del día a día.
¿Cómo nos \"aconsejan\" estar en casa? ¿Acaso no es evidente que si un día no trabajamos el siguiente no comemos?
Y en este punto, los privilegios sobrepasan la empatía. Y mientras unos aún tienen velas encendidas, todo se nubla para otros.
Valledupar, Colombia.
17/03/2020
Escritos, Nellys Jiménez.