Lourdes Aguilar

PLEGARIA ARBÓREA

Cómo has credido, mi muchahito, aún recuerdo cuando diste tus primeros pasos y tambaleante te dirigias a mi tronco para apoyarte, luego mirabas. hacia arriba sonriendo mientras mi follaje se mecía cantándote canciones que el viento me traía de muy lejos, luego de una de mis ramas colgaron la llanta vieja, cómo te divertías por horas columpiándote y girando en ellas… crecías y a cada vez más ágil aprendiste a treparte en mi para recolectar fruta y  contemplar mis nidos, eras tan inocente entonces, incapaz de dañarlos, mi muchachito.

Seguías creciendo, pero continuabas refugiándote en mis ramas cuando alguna pena o regaño te hacían llorar, yo secaba esas lágrimas y revolvía tu pelo mientras te contaba historias que el viento me traía de muy lejos. La escuela era más complicada, tuviste otros amigos, pero segías buscando mi tronco para apoyar tu espalda y enfrascarte en operaciones de aritmética, cada vez parecías ignorarme más…

Luego te casaste con aquella jovencita de ojos negros, ese día a mi también me engalanaron con listones y luces de colores, bajo mi fronda colocaron la gran mesa repleta de viandas y bebidas, había calor, pero mi fronda les proporcionaba fresco, bailaban, reían; mi muchachito ya era un hombre.

Después te fuiste y ahora regresaste con ideas y planos contemporáneos, quieres renovar la antigua casa de tus padres y ahora yo te estorbo, ¿por qué? ¿Te fastidia barrer mis hojas? ¿mi ramas restan visibilidad? ¿no encajo en tu proyecto? Aún soy joven,  compadécete de mis huéspedes que no tendrán refugio si me cortas, acuérdate de tus padres, quienes me plantaron mucho antes de que tú nacieras, por ellos que comenzaron tu historia y que guardo con cariño en mi corteza, cómo les hubiera gustado verme tan exhuberante como ahora, observa mis ramas: no dejan de retoñar.

Si yo pudiera me iría con mis hojas, mis nidos y mis recuerdos que son también tuyos, pero no puedo…mis raíces son firmes, tus ideas y planos contemporáneos son criminales si con ellos sacrificas mis derechos, concedidos hace tanto, mucho antes de que tú nacieras, déjame seguir cantando historias que el viento me trae de muy lejos…

Es inútil, oigo la sierra con la que pondrás fin a mi existencia…mi muchachito, cómo has cambiado; yo era feliz hasta hoy que me desprecias, disponiendo de mi vida como de un traste inservible, cuánto me habría gustado apoyar más niños tambaleantes, escucharlos reír en una llanta vieja, ofrecerles mis frutos y mis nidos, contar sus historias para que el viento se las llevara hasta muy lejos…