Hay trovadores que no mienten,
aunque parezcan mentirosos,
hay juglares que por más que procuren
no pueden expresar lo inefable.
Hay, uno en particular, incomprendido,
que procura expresar con locuciones
incluso inverosímiles, su interior;
no es que mentir sea su afán,
empero, ¿cómo puede expresarse cuando
las noches parecen interminables
porque su amor está ausente?
¿Cómo puede justificarse la existencia
si vivir para amar es su estímulo?
¿Cómo expresar el acto de lo sublime
al anhelar a su amada como se anhela
a una estrella que se encuentra alejada?
¿Y cómo se expresa el gozo sin igual
cuando entre sus brazos la percibe presente?
Es como tocar a las estrellas.
¿Cómo expresar lo ferviente del deseo
de obsequiar a quien ama, el regalo
que nunca jamás pudo haber concedido?
Le queda solamente ofrendar al sol
y a la luna, para compensar su gozo.
¿Cómo no perder el quicio
y decir cosas que resultan tan incoherentes,
cuando lo que se experimenta
rebasa todo entendimiento?
¿Cómo no anhelar que la dicha que se recibe
se extienda no solo hasta la muerte,
sino que abarque hasta la eternidad?
Efímeras son: la vida, las noches y las mañanas,
mas queda pensar que no lo son,
para proveerle esperanzas al corazón
y aunque se disfracen de mentiras,
son verdades, -por los poetas-, emitidas.
Atrapada en el tiempo, sí en el tiempo,
el mismo que te consume sin dilación,
haciéndote adicta para intentar abarcarlo
y al mismo tiempo te devora él en el propósito.
Consumes al tiempo ocupada en ganarle
para tenerlo extensamente en la posteridad,
más en el reino del tiempo, él con delicadeza
se entrega con exuberancia a tu voluntad
e inflama tu pretensión de arrebatarle
-para ti- los momentos que consideras valiosísimos
y de pronto sientes englobarlo todo, todo,
sin que te revele que no es de tu propiedad.
Es el tiempo quien se ha encargado
de llevarte hasta este justo instante,
donde ese tiempo se esfuma en cada brevedad,
sin embargo, en cada destello del tiempo
-para vislumbrarlo- te deja un halo de eternidad.
Sólo el tiempo te dará el lapso a tus afanes
para que en lo preciso alcances plenitud,
mientras libras con él un reto entre combatientes
en el que todos los días él tiempo dice: «es mía»,
y tú piensas cándidamente: «el tiempo es mío».
¿Quién ha invadido el candor de tus sueños,
mientras que yo en mi lecho me desvelo
barruntando cómo merecer tu cariño?
¿Quién arribó al paraíso de tu integridad
y extasiado probó de tu miel sin anuencia?
Lo pienso, y me invaden sin control los celos,
tan sólo por recrear el evento en mi mente
en el que aquel lentamente tus pulsaciones
las incrementaba al acercarse a tu cielo,
lo imagino todo a detalle y quedo intranquilo,
luego los ardores con efusión me consumen
al saber que estuvo a tu lado en el arribo del albor,
estando los dos entrelazados e iluminados con la blancura
de la aurora que se filtró por tu ventana.
Me quedo iracundo por los celos que me asaltan
al saber que alguien irrumpió en tus sueños,
y que le permitiste que fuera el benefactor
de tus caricias, de tus besos, de tu alma...
¿Y quién los méritos anticipados ya hizo?
porque esa dicha tan sólo se le obsequia,
a quien ya ha conquistado de tarde y de mañana
a tu corazón con detalles de pulcritud y belleza
que van aproximándolo al premio de morar en tu paraíso.
Agraciado Romeo que conquistas
el esplendor y belleza de Julieta
con versos sin voz, en el interior
de su alcoba, cuando erizas
sus pensamientos con ternuras.
Poéticas manos que escriben rapsodias,
sobre sus llanuras de fragancias,
en el silencio del idilio de su amor.
Por el romance de poesías sin letras
te haces digno de merecerte sus joyas
y de dormir en la magia de sus suavidades.