No supe perdonarte de aquellas cicatrices que me hicieron sangrar,
no supe decir no al silencio entre bosques, que se convirtieron en alaridos;
al silencio, que era la única forma de callar y de manchar las paredes.
Aquellas lágrimas que se convirtieron en heridas,
aquel silencio que nunca supe romper,
aquel óleo en blanco que me permitió marchar,
sólo era un mero hecho de saber expresar
en este mísero papel sin rostro, y con sangre recorriendo
las mejillas de otros.
Susúrrame una vez más,
porque hoy, me he quedado sin voz.
Agárrame antes de caer al vacío,
porque no tengo fuerzas para sostenerme.
Iza la bandera de nuestra amistad,
antes de que el silencio no los robe.
Enséñame a andar por las piedras,
porque mis pies están mojadas de dolor.
...Aquellas lágrimas que recorrieron caminos,
fue la historia de un atardecer rojizo,
aquellas que no supieron decir un adiós...