Kinmaya

Crepúsculo

La levedad de aquel crepúsculo era de tal divinidad,

como un silencio sacro lleno de paz.

 

Nubes perfumadas de nuevos azahares,

 se mezclaban con la luz del amarillo sol intenso,

formando corazones,

de oro muy brillantes.

 

Exóticas fábulas místicas,

no antes vistas,

 iban dejando fugases y encantadas ilusiones,

que repartían con cada sonrisa,

miles de besos mágicos.

 

No había estrellas,

en su lugar había lunas de todos los tamaños,

 en tonalidades de amarillo girasol,

pinceladas por Van Gogh.

 

Algunos versos de Lorca que pasaban entre luna y luna,

 y Miguel Ángel aplaudiendo;

todos los menguantes que se tocaban.