En una fuente de greda
de la casa en la mesa
una ciruela vieja
con arrugas en la piel
era un hecho cruel
que la vida le depara.
Y dentro de una jarra
de uva un racimo
exprimido y convertido
en jugo vinoso agrio.
Miraba un tierno durazno
que sonreía halagado
de compararse de lado
con tan viejos exponentes.
Pronto de un momento
a otro asomóse un gusanito
con una gran sonrisa.
Pobre durazno, no cabía
en su piel doradita
le cantaba, jovencito
solo te queda el cuesco
y mucho ya comidito.