La niebla cubre las calles con su manto
y yo me oculto entre las sombras, bajo tu ventana
hace horas que la noche ha caído sobre el mundo
y yo espero pacientemente que te vayas a la cama.
No puedo verte pero sé que te estas moviendo
arriba la luz se ha apagado y duerme en silencio tu casa,
entonces trepo por los muros que te protegen
con la celeridad de una luz tenebrosa,
me sitúo al otro lado del cristal y con mi dedo pico quedamente
Solo tú puedes oírme, solo tú puedes abrirme
no entraré sin tu permiso
déjame entrar, déjame entrar esta noche
tú asientes y yo me meto en tu habitación,
de espaldas a mí yaces tumbado,
noto tu respiración entrecortada, deseosa, esperando
con la suavidad de una pluma llego a tu cama
me deslizo en su interior,
tu cuerpo desnudo suave como la seda
es devorado por mis manos que lo recorren en cada rincón
mi boca pegada a tu cuello te muerde con suavidad
y un leve gemido llega a mis oídos,
me coloco sobre ti, con una mano te sujeto las muñecas
con la otra trazo senderos con las puntas de mi látigo
suaves descargas eléctricas te atraviesan cuando lo descargo
sobre tu piel caliente y húmeda
para dejar paso a mi lengua, que recorre cada camino trazado por la tira de cuero,
me suplicas y te lo concedo,
me pongo sobre ti y me muevo,
te hago el amor despacio para terminar salvaje entre jadeos.
Muerdo una de tus muñecas antes de retirarme,
antes de que el alba lance sus primeros destellos
con un suave crujir de tela, simplemente desaparezco.
Cuando te despiertes por la mañana
creerás que todo ha sido un sueño,
de no ser por la marca que he dejado tatuada
en cierta parte de tu cuerpo.