Dime, hermosa poesía:
¿Son tus alas de gaviota
las que me hacen un ilota
de tu hermosa melodía?
¿Es acaso el alma mía
nido de sueños dormidos
donde yacen escondidos
del corazón sus anhelos
que levantando sus vuelos
de alborozo son latidos?
¿Es que acaso Prometeo
me dio de pasión la llama
para que nazca la flama
del delirio y del deseo?
¿Es que tu suave aleteo
de jilguero tiene trino
con ese don tan divino
de hacerme sentir poeta?
Pues camina mi alma inquieta
embrigándose en tu vino.
Eres la fuente de mieles
donde se bebe ambrosía
que trae la fantasía
montada en blancos corceles.
Bordada con oropeles
eres preciosa linterna
cuya luz clara y muy tierna
jamás deja de brillar
porque nace del soñar
de quimera sempiterna.
Tu fulgor tan especial
como rutilante estrella
me deja siempre la huella
del ensueño virginal.
Con esencia señorial
entre inciensos de ilusiones
me ofreces los diapasones
de solemne partitura
con la rima de ternura
que conmueve corazones.
Eres frágil mariposa
que vuela entre los jazmines
invadiendo los jardines
de música esplendorosa.
Con estela luminosa
iluminas la laguna
que le sirve de tribuna
a mis soñados cantares
que cual blancos azahares
de pasión son dulce cuna.
¡Por eso, tú, poesía,
me tienes siempre postrado
romántico, apasionado,
me emborrachas de placía.
Con tu gloriosa armonía
eres de amor arquitecta
pues con tu luz se proyecta
de la vida su atractivo
y con encanto votivo
eres amante perfecta!
Autor: Aníbal Rodríguez.