Dulce volaba la brisa del atardecer
en las doradas alas del parlanchín silencio,
en el lejano horizonte un tul de grana y oro
ardía como urente llama en el azul cielo.
Carmesíes se oían las canoras melodías
que se llevaba raudo el aromático viento
entre incoloras sonrisas de plateadas hojas
mecidas por el lene beso del suave céfiro.
El lento declinar de la mortecina tarde
se llevaba consigo los enigmas del tiempo
a un lugar remoto de las etéreas esferas
perdido en los cárdenos piélagos del universo.
En el dorado atardecer de mis viejos años
de oro y grana se visten mis lejanos recuerdos
y en alas de libélulas esmeraldas y añiles
vuelan hacia mi infancia mis vaporosos sueños.
En las alas del viento