Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!…
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El mundo gira alrededor,
a veces nos trae alegrías
otras, situaciones de dolor,
lo que nos hace pensar
que nos vende al mejor postor.
Hoy, nos ataca con un virus
de mortales consecuencias
sin remedios aún para la ciencia.
Mata al rico, mata al pobre
mata al niño y al anciano
mata a la mujer y mata al hombre
mata al que obedece y al que manda
mata al bien cuidado
y mata también al desquiciado
¿Cuál será el final? Es la pregunta,
solo hay una respuesta, esperar,
esperar que el Dios piadoso,
en su bondad, ¡nos quiera perdonar”
porque somos responsables
de nuestra vida cuidar
y no queremos la formula encontrar