Juan Gress

La canción desesperada SP. 80 op. 220

Cuarenta estudios del amor y una canción desesperada

Emergido a tus recuerdos

tengo la luna blanca de

cristal a un sueño

encantado de amor.

Sutil mujer de los escombros

de la noche mía del dolor

obstinado y avergonzado.

Avanzas en mí como fría 

corola de la flor señida

de la hora de la partida.

En el rincón de la noche de

abril te llamé a lo lejos

y me llamaste con tus

ojos pronunciados

y tus pupilas de 

amor.

Todo en mí era alegría de 

amor de tu sonrisa fijada

en la espada de la belleza

de tus manos.

Ay amada mía, ven a mí

para que veles este

amor para que éste

florezca más.

Voz del incumplimiento 

del conjuro nocturno,

llega la hora del asalto

y de los besos tiernos.

Oh sentina de tristezas,

en ti cayeron los hijos

de las hojas de la noche

desbordada de luz.

Luz de arroyo, viniste

a mi suerte, como el

hastío del día azul.

Escarcha de mi dolor

profanado con la luz

de tu mirada y 

de tu sonrisa.

Sujetadora de sueños

y arrebatadora de

tu amor.

Aún en ésta noche pálida

de tus recuerdos,

me llamas,

me dices que no te

deje partir.

Pero es la hora de partir,

oh abandonado y

la noche se escapa 

en medio de la

lúgubre tormenta

amorosa.

Pero cae la hora de recordarte

y te amo,

te amo aún en el

silencio completo.

La tormenta arrebata mi

calma, pero tú llegaste

a mí como un milagro,

un milagro imposible.

En las horas oscuras de la

tarde, tú fuiste la

fruta del rocío,

fruta prohibida.

Tú sembraste en mí el

amor ambicioso y

soberbio y

ávaro.

Es la hora de partir

oh abandonado

amor.

Es la hora de marchar,

pero

yo no quiero partir

todavía.

Oh, bello cementerio de

los besos y las miradas,

Oh, las ruinas de las

tumbas de tu amor.

Sentina de escombros de

la noche en que oigo 

tu nombre interminable.

Todo en ti fue naufragio

y olvido y sueño.

Oh, los besados miembros

del cuerpo enamorado,

Oh, la callada noche en

que me recordó tu

nombre.

Todo en ti fue naufragio

y olvido y sueño.

Hice retroceder la sombra

de mis angustias sólidas,

Hice mil poemas para poder

librarme de tu silencio.

En mis retorcidas horas de

sufridos lamentos anidados

a la gélida y oscura

noche, no fueron suficientes.

Era la turbia, turbia centinela

de miedos incesantes de

alegre silencio y

abominable sueño.

Flor amarga y seca

de la lluvia de tus

quebrantos hastíos.

Dulce sonido del mar y

clara como el agua

y la arena.

Manantial de la uva perdida

y la risa flotante, sol

oscurecido en el día.

Todo en ti fue naufragio!

Desértica mirada

del mar acaudalado,

mar de tristezas

y engaños

y olvido.

De ti llovieron las tormentas

en las horas de la guerra,

Todo en ti fue naufragio!

Era la dura partida del amor

y la suave comodidad del dolor,

y tú te escapaste con 

el olor del sueño y olvido.

En ti volaron victoriosas las

guerras y abandonaron

la patria de tu amor.

Todo te lo tragaste, como la

lejanía y en ti tremuló

la vieja risa de la tarde.

Todo en ti fue naufragio!

Es la hora de partir,

oh amor abandonado.