I
A nadie perdona la espera.
La fresca risa que recorre mi cuerpo
de Norte a Sur y del Este al Oeste, se desvanece.
II
Huyó junto a las olas del mar bravío.
y admito la culpa, porque pesada está la marea
y encadenados quedaron los ecos del verbo y sus lamentos.
III
Y que dolores dibujaron mis pasos en la arena.
Cuantas miradas de antaño.
Cuanta esperanza trajo la brisa mañanera, que espanta.
y nadie perdona, cegueras profundas.
IV
Nadie confiesa su pena, su ausencia.
Nadie absuelve, secuelas confusas.
Y ya, no importa, si vuelve la risa dispersa
ni quién anuló su conciencia, si el frío paso del invierno
o la risa suspendida, en sus valles de apuestas.
23/3/2020.