Anda, ve y come. Envenénate con cada bocado. Tragate tus palabras, no digas nada de nada. Deja que se alimente, que se nutra de tu silencio, de cada palabra no dicha; mira como crece, mira como se hace fuerte.
Oh ¿ahora piensas en los demás? ¿Crees que eso lo matará de hambre? Podrán haber periodos de ayunos, pero cuando lo alomentad lo dejan siempre satisfecho y hasta más. Podría aguantar otros 18 años más, o quién sabe, nunca lo has enfrentado y desconoces su fuerza, de lo que es capaz.
Creíste que desprendiendote de ti, moriría como perro abandonado; al contrario, mientras más lejos de ti estés, más alimento le darás, más rápido crecerá. Y tú, y tú no puedes hacer ya nada más que, esperar; esperar con una falsa sonrisa, esperando con tus hipócritas actos, por tu nobleza impura, que lo inevitable suceda.
¿Qué hace falta? Solo falta un detonante del tamaño de tu atómico genio. Muchos han habido, pero son insignificantes a la grandeza oscura que se oculta en ti; esa bestia que merodea adentro, que ruge y se rehicija en la desgracia. Esa misma bestia que controla los hilos de tu cuerpo y mueve tu mente con una mano.
Esa bestia es tu perdición y tu innegable liberación. Con ella serás libre y a la vez preso de tu fina consciencia. De ella no te librarás jamás, es tu precio por tanto tiempo en eterno silencio.