No pueden ser temerosos,
ni siquiera prudentes,
los cantos que quieren tocar el infinito.
La palabra nació
de contemplar las estrellas,
que aquellos que sólo miran el fango
apenas a gruñir se avienen.
Poderosa palabra,
certera como la luz,
hiere y sana,
flota en el aire leve
y atraviesa el más espeso de los muros,
miente míticos héroes
y hace caer los imperios.
Asombroso poder de la palabra:
magnetiza a las turbas numerosas
que no la entienden
pero le rinden admirativa reverencia.
Peligrosa palabra,
que puede encender una revuelta
si despierta el sabor de la sangre
en las toscas gargantas.
Mágica,
ignorada palabra
que un eco misterioso hace rozar mis labios,
¿de qué manera aprender a pronunciarla,
para despertar del hombre
como de un mal sueño?