Si de valientes se trata, soy el cobarde
Si de honestos se habla, soy el embustero
Ni medias verdades ni tibieza, las virtudes no enmiendan el lapidario de los vicios
Porque después del sincericidio, que sin dudas será causal para el presidio por el homicidio cometido, no habrán más 14 de febrero ni mañanas de domingo.
Se acabó la fantasía de los besos y los versos fundidos en nuestros momentos; se esfumaron las cálidas promesas, quedaron en el cenicero de la vergüenza.
El cadáver está sobre la mesa, el resultado de la falacia que yo mismo he perpetrado.
Si, lo ejecuté, juzgue usted pero ahora Se acabaron las dudas,
Por un tiempo Sobraron las preguntas y ahora abundan las respuestas;
Ahora que las palabras Atestan, es momento de tomar coraje y quitarme el ropaje: soy el culpable de la muerte alevosa.
Puesto que he timado su confianza, me aproveché de las circunstancias por la concupiscencia de las pasiones que abundan en mi alma. Esto es lo que soy, esto es lo que se encarna en mi ser y por fin me da calma.
Soy culpable, juzgue lo que estime conveniente.