Yo dibujé en mi alma-cuerpo
las letras exactas de tu nombre,
nombre de yerba buena y de acero, de cardos y estrellas.
Soñé tus desórdenes como caricias lúcidas sobre mi tristeza.
Temí tus silencios, como puertas oscuras que se cierran.
Y en la soledad de mi deseo, nunca correspondía el tuyo,
ni era yo la cerradura, ni eras vos la llave.
Ahora las sombras cubren el sol como una madre con su hijo.
Ahora es tiempo de olvidos y cosas nuevas.
Ahora… estoy triste, pero ya se alumbra mi sonrisa
en la última lágrima que te dedico.