Yo tengo el alma de melancolía llena,
una acepción mística de dolores:
en mí todas las formas y colores
se funden con la esencia de mi pena.
¡Ay de mi desventurado pensamiento
que se enturbia y se matiza
frente a la razón y el conocimiento,
y la oscura creación que se realiza!
En mis manos la palabra sensible
que se imprime en el papel insensible
vive de mí alejada y silenciosa,
como en un páramo una rosa…
Sediento voy por el mundo de eternidad,
y no sacia mi juventud la vida;
mi corazón acongojado la libertad
ansía con valor y esperanza herida.
Ha sido mi camino
un infortunio gigante
en el sendero del destino,
un canto de dolor divino
de un alma perdida y errante…
Cambiante siempre, y de emociones
colmado, pero vacío de esperanza;
voy empapándome en los corazones
que me encuentro, con añoranza.
La poesía, ¡oh, poesía, mi verdad absoluta!
Por mis venas recorre presurosa
mientras van mi corazón y mi mente en disputa.
Poesía, ¿eres sólo poesía o eres otra cosa?
A veces te siento vana y distante
y te busco en las cosas del mundo:
la mujer, la palabra, el amante…
y no te hallo en ningún soñar profundo.
¿Dónde te encuentras? ¿Por qué te vas?
¿Huyes de mí para salvarte?
¿Eres de mi vida tan sólo otro disfraz?
¡Contesta… yo no quiero soltarte!
—Voy cansado y con el paso vacilante,
y en el alma llevo el sentir amargo:
soy de la vida un espíritu errante;
¡Qué terror es tener un camino largo!—