Tu me dices que te cante
y yo te canto,
en la noche de tul negro
y tempestad,
en la noche que la lluvia
se hace llanto,
y su manto cubre el cuerpo
de humedad.
Titilan las hojas
del árbol que reclama
mi cuerpo desnudo,
para la tarea fácil
del pasar de los años.
Me aferro a sus ramas
como amantes
que buscan la libertad,
en un mágico abrazo
mas allá de lo inerte.
Tu me dices que te hable
y yo te hablo,
y te cuento que ya no
te puedo hablar,
la palabra se ha convertido
en legado,
y la estancia se llenó
de soledad.
Y el frio, inclemente,
que ya no duele,
juega en la sien de mi tiempo,
urdiendo un castigo
que nunca llega.
Lo llamo a susurros
y viene a mí, azul,
para juntos formar
el verso de un poema
que inunde la tierra.