Aquella tarde
pasaron muchas cosas
y no te vi.
Sentí tristeza,
al ver que no llegabas
entre tus versos.
Esas caricias
en forma de palabras
y tus poemas.
Pero no importa,
debía superarlo
y te escribí
Te hablé a lo lejos,
sin voz y sin palabras,
solo mis dedos.
Ellos trazaron
los signos y las letras
que les dictaba.
Lo que pensaba,
aquello que soñaba,
lo que sentía.
De vez en cuando
miraba tu ventana
con ilusión.
Llegó la noche,
y tú, preciosa luna,
me diste un beso.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/02/20