Las femmes cómplices
Son como sicarios
A los que les pagan con promesas,
Un penoso papel vacuo
Que ansían a tener y aspirar.
Por más cromosoma extra que tengan,
Nunca podrán aludirse desentendidas,
Porque te pueden obligar
A cometer mil aberraciones,
Pero lo que nunca jamás
Nadie te puede obligar
Es a que ello lo disfrutes...
A quien le convenga
La inconveniencia de los demás,
Será quien sea su propio inconveniente.
Sus lenguas de sable
De toxinas fervientes
Descompuestos molambos
Se esgrimen endebles.
Porque solo repiten
Fraudulentos guiones,
Del que los títeres alucinan
Algún distópico día
Ser anfitriones.
Son sembradoras de semillas
Falaciosas sobre suelos
De cadáveres reales.
Si los esbirros no fuesen
Tan malignos
A la lastima
No se le sumaria
La repulsión.
Creen salvar
De su amo la reputación,
Mas cada acto solo es
La confirmación de su patrón
Al unir los eslabones...
Ponen en solfa lo que las supera
Y sus delictivas tentativas entierra.
Lo que las ha transgredido
Lo tomasen de enemigo,
Cargan de odio sus armas
Apuntando hacia todos
Excepto hacia sus agresores.
Mujeres peligrosas, nefelibatas
Que amenazan con avernos
A quienes las rechacen.
Los congéneres las cuidan
Como los cinófobos
A los pitbulls protegerían.
Y aun así se desaniman
Cuando la ficción amatoria
Se deshilacha y titila.
Esperan amorosas
Remuneraciones
Por sus ilegales acciones,
Solo deudas morosas.
Entero su soterrado paraíso
Formase de migajas aterradas
De inoficiosos desperdicios.
Futuras convictas
Por cosas que ni han visto,
Las femmes cómplices
Son penosos esbirros
Que encubren sin jamas
Descubrir que es aquello
Que cubren.
Que cualquiera que las obligue
A hacer todo esto, lo que siente
Por ellas es del amor
Su opuesto.
Y a quien le convenga todo esto
Será un esbirro punzante
Que perpetuo a si mismo
Se apunte.
Habitando en las sombras
Subterráneas de las cumbres
Sus nombres por siempre
Nimias letras sin lumbre.
JULIETA IALLORENZI
PATENTADO EN SADAIC Y DNDA
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