Destinado al fracaso estoy, lo sé, pero también quiero disfrutar de algunos buenos momentos.
Soy diestro y tengo cimientos, y a mi memoria tiento, más la pierdo con el tiempo.
Soy miembro de una sociedad que no se compadece, que no vive del cuento, ni de lloros lamentos.
Pero lejana era mi soledad, cómo un Dios sin adeptos.
Hoy me siento libre, alto, cómo un ático. Y no me pierdo.
Tengo un corazón diáfano y hermoso, y nada estático, y con ello cuento
Soy la llave de la puerta del cielo. Vivo feliz y no me desvelo.
Cuento contigo, para mi consuelo.
Pero destinado al fracaso estoy, lo sé, y quiero disfrutar de algunos buenos momentos.
Mi suerte se contagia de desidia, cuando pienso que mi enfermedad me tiene rencilla.
Acabaré postrado en una silla, más de mi vida no me arrepiento.
Hoy se diluye en el olvido mi corazón en un nido.
Muerte tántrica del poeta errático, que construía frases de sol y nieve, y bebía de la fuerza del viento que llevaba su sufrimiento, para transformar su vida y dar lugar a una consciencia suprema, cómo la de un santo, en la última cena.
Hoy día vale la pena, llorar por el negro futuro que me espera. Un poco de desahogo que me llena, me llena, en forma de poesía que no envenena.