Una mañana de abril hallé la fuente clara:
en sus aguas de luz bebía la primavera
una dorada copa de plateado licor
que derramara una noche de luna llena.
Sus transparentes aguas sonrojadas cantaban
una canción de amor de una náyade muerta,
por su azogue discurrían las amargas lágrimas
que la ninfa vertió como primorosas perlas.
Llameantes suspiros encendían el frío aire
en la fresca mañana de la azul primavera,
eran como hielo candente que derretía
el dolor en el que ardía la verde yerba.
En las azules aguas de la límpida fuente
contemplé la blanca cara de la luna llena.
En las alas del viento