kavanarudén

Tarde lluviosa (relato)

 

 

El viento se cuela despacio por mi ventana, dejando su dulce ulular.

Las nubes grises al horizonte vaticinaban lluvia copiosa.

La temperatura ha descendido y se expande en la humedad.

Se escuchan a lo lejos las campanas, dando al ambiente un aire nostálgico.

Lenta se despide la jornada entre silentes cantos de agonía.

Violines y piano se entrelazan, dando origen a una triste y hermosa melodía.

Mi mirada se pierde a lo lejos.

Reflexionar, meditar, dejarme llevar por el momento mientras afloran los sentimientos.

Comienza la tormenta; siempre ha sido mi deleite escuchar el sonido del aguacero. 

Me relaja y me lleva a tiempos remotos. 

A una casita rural el medio de los andes venezolanos. 

El olor a pan recién hecho mezclado con la fragancia que produce la lecha al arder. 

El sublime canto de mi abuela mientras cuela el cafecito recién hecho. 

La humilde abundancia de un hogar que jamás cerraba sus puertas, siempre había puesto para uno más en la mesa. 

Sencillez, alegría en medio de la fatiga del trabajo rural.

Cierro mis ojos y puedo ver el rostro de esa viejita que me quiso tanto. Sus ojos azules, su tez de porcelana, su eterna sonrisa. Sus cabellos blancos como el lomo de un armiño, con sus eternos bucles; sus hermosas arrugas (testigos silentes de un pasado fatigoso). Su voz ¡¡¡ahhh su voz!!!, dulce, sublime y cantarina. Manos fuertes, hacendosas, capaces de consolar y acariciar cuando se hacía presente el dolor, la tristeza o la desolación. Su olor, una mezcla de musgo salvaje, frutas del bosque, lavanda silvestre, agua fresca…

En las tardes de lluvia nos solíamos sentar en el zaguán, uno al lado del otro, los dos con ruanas para protegernos del frío, sorbiendo un guarapito (café muy ligero, más agua que café) y contemplando el horizonte.  No hacían falta palabras, solo contemplar y dejarse llevar por el momento. En alguna ocasión una historia o un cuento, que aún conservo en mi memoria.

Sonrío y me dejo llevar por los más pequeños detalles que conservo, mientras copiosa cae la lluvia, impregnando lo más profundo de mi ser.