Las verdes olas del mar tranquilo
refrescan los ánimos de vida,
felicidad y gozo se acompañan en el banquillo
donde se observa una caravana de huida
por un embate del llamado coronavirus.
Así es la naturaleza, llena de sorpresas,
Como la vida misma, con llantos,
a ratos con alegrías y cantos,
temor y muerte, así son las vidas impresas
y entre ellas se expande el coronavirus.
Más cuando un virus aparece
que amenaza a la humanidad,
el estruendo de la enfermedad
se anida al interior, pues así parece.
Un virus con corona de realeza,
transformando al mundo sin fortaleza.
A muchos ha de llevarse
porque su naturaleza así se lo pide.
triste porque no hay un antídoto que ayude
en la gravedad del momento sin salvarse.
Enseñanza de vida que un contagio trae,
pues la humanidad se une
para contrarrestar el mal que contrae,
mal que le acompaña por el virus que usa la guadaña.
Mas ningún virus ha de dar fin a la inteligencia,
pero vuelve a ser una lección de indiferencia,
que aun con experiencia se ignoró su potencia.
Este coronavirus ha de irse,
y la humanidad demostrará,
por siempre, su poder y permanencia.