viernes
Se encienden las farolas
y las estrellas
al llegar la noche decidida
a asesinar al viernes,
y la ciudad se convierte
en el escenario perfecto
para que entren en acción
artistas, delincuentes y rameras.
El cielo llora tormentas sobre el asfalto
y algún poeta llora versos
sobre su libreta empapada
de lágrimas y sangre,
como las aceras que son el hogar
de mendigos y cadáveres a media noche.
Entre calles y avenidas
jugando a las escondidas está la muerte
con la soledad;
y el amor con el corazón en ruinas,
bajo la luz de la luna,
busca un camino que lo lleve
a cualquier lugar que no sea
Roma, ni París.
Y yo, vestido de luto,
durante estas horas muertas
camino entre velas y violines
hacia el silencioso mausoleo del recuerdo
para olvidarme del reloj y del destino,
por lo menos, mientras llega el amanecer.