El dorado licor descendía en el aire
y de oro llenaba las copas de la alameda
en el tornasolado nacer de la alborada
un tierno amanecer de mi infancia primera.
Pájaros de cristal y voces de alabastro
colmaban de alegría la esmeralda pradera
entre blancos susurros de etéreas mariposas
y fragantes llantos de frágiles madreselvas.
Los átomos del silencio llenaban el aura
de colores púrpura en la dorada arboleda,
mientras en el efímero cristal se diluían
los cárdenos efluvios de mis amargas penas.
Durante breves instantes acarició el aire
el delicado beso de unos labios de fresa,
fue el susurro de un aterciopelado sueño
que raudo se fue como fugaz entelequia.
En las alas del viento