Carol Elizabeth García Carroz

Telarañas

Odio despertar cubierta de telarañas, es una sensación confortante e inquietante a la vez, casi siento familiar la sensación por la frecuencia en que suele pasarme.

Siento al montón de arañas caminar sobre mí cuando la consciencia empieza a venir, percibo como caminan y se espantan con el comenzar de mi mover. Veo como se escabullen debajo de mi cama.

La verdad es que no se a donde van, solo sé que me yergo y es un espeso sentir, como una camisa de fuerza no te es fácil mover, y con la potencia de mi estiramiento las logró romper. Siento luego dolor en los hombros, los codos y hasta en los pies.

Ya con mis manos libres termino todo quitar, y me vuelvo loca con la sensación pegajosa que se queda como aceite en crema.

No sé porqué me pasa esto a mí, nunca se lo he escuchado a alguien decir.

Al salir de casa, veo a las arañas caminar, y a sus casas enredadas en las grandes arboledas, no sé!

Suele conseguirlas a mis pies cuando lavó los platos o cuando veo al gato comer.

A veces camino y las llevo atrás o al frente.
Debo cuidar mis zapatos también, suelen dormirse allí con gran interés, debo meter la mano y sacarlas para que se vayan a dormir debajo mi cama otra vez.

Al bañarme allí están en las esquinas, tejiendo pequeñas casitas de vida.

Mi pareja hace tiempo se fue. Me abandonó por este extraño arte que es vivir de las arañas sin saber cómo o porqué. No soportaba sentir como pasaban sobre el para sobretejerme y acojerme. Ya no quería tener que ayudarme a quitarme las telarañas cada mañana, ver como se iban debajo de la cama.

Una vez intenté limpiar y la verdad creo me desplomé, no recuerdo que ocurrió después.

Lo que si he notado, es que si te inclinas a ver, no encuentras nada, no las ves, es como si se escabulleran a un lugar ininteligible.

Toda mi vida es ininteligible.

Inescrutable.

No sé.

Creo que ya empiezo a acostumbrarme.
Suelo tener la sensación de que una está en mi hombro, cuello, rodilla... en cualquier parte de mi desnuda piel.

 

Nunca han llegado a picarme, son inofensivas, no me quieren dañar, ya comprobé que no me quieren comer, ni me pregunten como lo hice.

Ellas van y vienen, en invierno a veces sí que no las puedo soportar, me cubren tanto tanto que casi me mata la asfixia, me despierta el miedo y el dolor de la muerte asechando de cerca y lentamente.

No le he dicho a nadie, es que, no creo que me vayan a creer, o si quiera entender, esas arañitas no se dejan ver.

Sólo las vio mi ex pareja, y creo que sólo una vez.

Es raro y no sé que hacer. No sé si amarlas o odiarlas, si amarlas y odiarme.

En el super las veo caminar sobre los alimentos, saltar de un pasillo a otro, a veces camino y siento como me llenan de ellas, de su invisible hilo de pega, supongo que si te contara entenderías la sensación, estoy segura de que a todos en algún momento nos ha pasado eso.

Ahora cada noche, solo escucho patitas en el piso y un silencio que remueve mi estómago e inquieta mi ser.

Extraño el calor de él cerca de mí, pero

por las arañas se fue. Extraño su risa, sus besos en la frente, sus labios fríos pero húmedos, a veces secos por su insaciable sed, a veces deseosos pero temerosos de los hilos que pudiesen cubrirlo también a el.

Tengo miedo. Tengo miedo de vivir sola con las arañas siempre ahí ¿para mí?, de que un día tenga 40 y no se vayan de aquí, de despertar una mañana con la piel arrugada y con un helado café a la espera de ser tomado por mis manos envueltas y cubiertas de hilos arácnidos que ya no podré quitarme. De tener mi boca tapada de hilos y no poder gritar, tengo miedo de que mis ojos sean sellados y no pueda ver más, que mis oídos sean cerrados y no pueda escuchar ni siquiera el sonido de sus diminutas y a veces peludas patitas.

....

Hoy, él me escribió, nos vimos y me besó, sentí ese frío que ahora era cálido, esas manos en mi cintura y esta vez sin temor, vi sus ojos mirando fijamente los míos, vi su alma dispuesta a amarme con todo y sin miedo que me derrumbase.

- TE AMO

Iba a decir, cuando se convirtió en una pequeña araña y a mi hombro saltó sin más, y senti el roce de sus minúsculas patas velludas, un escalofrío corrió desde mi cabello hasta la punta de pies.

Y en ese momento desperté de la pesadilla recurrente.

Pero no me podía mover, adivina? estaba cubierta de gruesas y sofocantes telarañas otra vez.

 

Carol García.

En algún día de este raro año 2020.

Inspirado en una ocasión limpiando los rincones de mi casa, llenándome de telarañas y posteriormente de ellas, sintiendo sus patitas en mí, sus hilos pegajosos adheridos a mí y encontrarme luego, con algo muy interesante, y es que sucesivo a ese día me pasó seguido los siguientes días, como casualidad. Las veía cerca de mí constantemente y decidí exagerar y crear este cuento corto que tanto me gusta. Un día, y sí me pasó, tenía como a mil arañitas diminutas tejiendo una telaraña, de la mesa donde estaba comiendo a la silla donde estaba sentada, y me caían en las piernas, y debía quitarlas con cuidado para no matarlas, fue adorable e inquietante a la vez. Muy, jaja no sé.

Este cuento cortito, me recuerda a metamorfósis de Kafka, si es que se escribe así. Bendiciones para ustedes... Espero me digan que les pareció. Abrazo.