andrea barbaranelli

Mutis

Nos iremos cuando llegue el momento.

Ni un segundo antes ni un segundo después.

Los relojes estarán sincronizados.

El hecho de que en otras partes del mundo

sea todavía ayer o ya mañana

no nos molestará mínimamente.

Conocemos muy bien la cuestión de los husos horarios,

de la hora astronómica y la hora legal,

desde hace tiempo sabemos que la Tierra es redonda.

Haremos mutis a la hora precisa.

La precisión es nuestra cualidad más apreciable.

Cuando toque la hora,

ejecutaremos una breve reverencia y nos retiraremos

retrocediendo hacia el fondo, sin dramatismos,

con sobriedad y compostura, con honestidad.

No daremos la menor impresión de que

la salida nos produzca algún trastorno.

No dejaremos que alguien pueda pensar que suframos por eso.

No permitiremos que el sufrimiento nos altere los rasgos.

Entornaremos los labios en una sonrisa, y echaremos

una mirada de cómplice asentimiento

hacia el público invisible más allá del proscenio.

En cuanto hayamos cruzado el telón de fondo,

caminando hacia atrás,

haremos un último gesto con la mano derecha,

en el instante

en que se quedará sola, aislada,

a media altura, separada de nosotros,

que ya estaremos, con todo el cuerpo,

del otro lado, en la oscuridad,

antes de retirarla.