Si me lees, perdóname.
Creo que olvidé tu nombre,
dime que tú olvidaste el mío.
Era ignorante, una niña y otra marioneta.
Me retracté y me convertí
en el hazmerreír de Dios.
Disculpas me gustaría pedir,
pero la poca dignidad que dejaron
solo me permite escribir estos versos.
Por favor, olvídame y, si me lees, perdóname.