El alto ejecutivo lo hirió con un arpón, casi le cercenó una mano y corrió la sangre como sangre dentro en un río. Hasta que él cobró fuerzas y pudo quitarle el arpón de sus manos. Cuando creció el poder y la fuerza, y probó la fortaleza y la debilidad, cuando se agarró puño con puño en contra del alto ejecutivo, lo amarró con unas esposas en la silla del escritorio y pudo hacer lo que más le agradaba matar con los delirios de la muerte en lo que él se curaba de la mano casi en un hilo. Si con un pañuelo pudo vendar sus heridas más crueles y más dolorosas. Se levantó y llenó su calibre de municiones y lo apuntó seriamente, y le dijo fuertemente, -“yo soy el que he sido siempre, el que es, era y será: la muerte”-. Y lo baleó a muerte, sin aquellos delirios de la muerte, pues, no lo dejó vivo para ello. Tomó sus cosas y salió de allí airoso, como todo un héroe, pero, casi maltrecho, se debió de entregar a la vida, pues, su corazón estaba débil, casi moribundo y muerto sin aquellos delirios de la muerte. Porque él era y es y será: la muerte. Le acechaba la muerte se fue a una casita que él tenía monte adentro y sanó muy bien. Estuvo una semana allí, y se curó bastante bien. Cuando en el alma se abasteció de dolor y de penumbras adyacentes, cuando sí, se sintió solo y entre aquella soledad, se llamó “El Mercenario Frío”. Cuando sólo se fue en la barcaza aquella en que había llegado, y vió la luna desértica, otra vez, y el mar, ¡ay, de aquel mar!, en que la vida, ¡ay, de la vida!, sólo ahogaba la vida en ese mar desértico. Sólo, que esta vez, volvió a dormir, entre aquella barcaza en que sólo se dejó morir. Y se dijo para sí, ¿y que un asesino a sueldo dormir?, pues, sí, nadie lo conocía y sí que durmió. Cuando llegaron los delirios de la muerte, a acechar a su memoria y más, a su cabeza. Y un con frío incontrolable, pero, no estaba desnudo, estaba y muy bien abrigado. Y los delirios de la muerte le acechó, pues, en el ambiente sólo estaba solo. Cuando en el ambiente sólo marcó un trayecto o una trascendencia. Y se fue volando lejos, en esa barcaza, mirando a la luna desértica, cuando en el alma, sólo en el alma se debió de enfrentar lo que más ocurrió, cuando sólo logró un cometido de luz con esa luna, y se convirtió en cuarto menguante, cuando sólo sucumbió un mal deseo. Y era el mercenario frío, que deliró, que se enfrío el deseo en amar, de ser débil y de buen corazón. Cuando en el reflejo se debió de automatizar, lo que más ocurrió allí. Un sólo delirio, un sólo camino, y un sólo destino. Y deliró fuertemente, y se fue por el desierto frío y con la luna en el cielo. Y se murió en pedazos frívolos y de un friolero como el ademán tan frío su pobre, pero, muy pobre corazón. Y deliró fuertemente, indeleblemente, y fríamente. Y quiso saber qué se siente cuando su alma está al acecho. Cuando en el alma, está como un suburbio, deseando amar quedó un sólo corazón, y deliró con el amor, cuando pensó en Andrea. Y recordó a su eterno amor, en sábanas doradas de ese sol, que a cuestas de la verdad sólo se vió la lluvia. Y quiso en ser, lo que más quiso en ser un náufrago a la deriva. Pero, estaba a salvo entre aquella barcaza. Y no despertó hasta llegar, a barrer con el poder por ser un asesino a sueldo, a todo el pueblo más temeroso de la historia. Y se fue por el valle, no, por el cerro abajo, y halló lo que nunca, un poder sobrenatural en el amor de Andrea, su eterno amor. Era una prostituta, sólo una bella prostituta, que había amado a Bill, poderosamente, y enamorada de él, sólo le advirtió que el amor en su total cobardía, sólo triunfó en el deseo, de ver el cielo de azul y no de tempestad y de lluvia. Cuando en el aire quiso en ser autómata y sí, que lo era. Era una luz, que advertía amor, y pasión. Cuando en el delirio, se abasteció de ira y de odios incongruentes, cuando llegó al pueblo a descifrar lo que fue un día, un verdadero asesino a sueldo. Cuando vió en la noche, el frío y el tiempo, en decadencias gélidas y un álgido en el tiempo. Cuando el hálito sangraba como el frío y como el friolero hielo. Cuando en el amor, sólo en el amor se quedó como órbita que hoy atrapó el deseo en amar, lo que una vez, la pasión dejó. Cuando en juntar los deseos, sólo se llevó una gran desilusión, y era que ella era un abella prostituta y tan prohibida para él, el mercenario frío, llamado Bill. Cuando en la mañana, se abrió de deseos y de lindas pasiones, en descifrar el dilema de que era ella, sí, una prostituta y muy famosa en aquel bar. Subió por el cerro, y halló lo que nunca el amor puro, inocente, honesto y real de Andrea. Cuando en el alma, sólo en el alma, se llenó de ilusiones nuevas debatiendo entre la magia del mañana, cuando en el siniestro y diestro desenlace, se llevó a acabo, una manera de extrañar lo que nunca a todo un cometa de luz forjando la luz hacia un nuevo sol. Y era ella, Andrea, la que amó con el corazón en la mano. Y halló lo que jamás, un beso tan furtivo o tan fugitivo como lo era él. Cuando en el alma, sólo en el alma, se llevó a acabo una real desolación, cuando en el alma sólo se enredó una cruel atracción en descifrar el frío de no tener entre sus brazos a Andrea. Y esperó por el tiempo en ocaso, y la amó desenfrenadamente, y le dijo por primera vez, -“te amo”-, y la mujer calló, sabía lo que era ella, y que un amor nunca habría de encontrar. Que sólo el amor era pasajero, errático, y que sólo se vendía por sexo y para comer. Pero, aquella mujer sólo quería, amar y que él la amara, cuando sólo se sentía mujer a su lado. Cuando en el alma, sólo en el alma, se desafío friolenta, y tenue la opaca luz. Y él, era Bill, el mercenario frío, y la amó como nunca, y nunca más se electrificó el combate en ir y venir la mala suerte.
Continuará…………………………………………………………………………….