angelillo201

El Pandemicón

 

La dolce vita en cuarenta, un sueño improbable , vivido y narrado por   Angelillo de Uixó.

Ha entrado como un soplo de aire fresco el Apocalipsis. Una revelación de mariposas, cielos azules, lluvias tranquilas en medio del infierno de la vecindad  que parece gritar  apagada desde sus casas:

Ábranme las puertas.

¿ Para qué?- Me preguntó yo desde mi ventana todos los días , a las ocho de la tarde,  cuando aplauden a los médicos desde sus balcones rodeados de sus  periquitos enjaulados, mientras les preparan el plan renove del sistema que todos pagaremos, nos guste o no.

A los aplausos , sigue una furia de las sirenas de la policía desatada , dando  vueltas por calles fantasmales persiguiendo sombras, imponiendo la orden de que todo el mundo se quede en casa, alejando a los niños de los parques; y a esos insolentes   jóvenes que patean los campos, y a la gente que está peor que ellos: destrozándolos. Su cultura del pisotón la  pintan.  Esvásticas que no les salen bien hechas. dos Z quieren serlo. Una de las últimas palabras del abecedario, como ellos, con los que engalanan  los muros marcando sus territorios , verdaderos barrios guetos. Sin voluntad por parte de nadie de mejora. Ni siquiera de los verdaderos nazis.

La desnutarización del sistema hacia la condición humana, nos ha traído a un apocalipsis de clases, donde la sangre de los desposeídos se creía aria, siendo latinajos hispánicos en  precariedad laboral, desempleo cronificado sobre el mísero mundo mediterráneo. Poseedor de una cultura tan basta y milenaria , dotados con un talento tan grande nuestros pueblos,  que se alzaban con el hacha de desollador de bueyes para degollar a refugiados de guerra llegados del hambre, la guerra, la peste, y la muerte en pateras-

Así era el mundo de justo antes de la dulce cuarentena, y es el que volverá a ser después de la cuarentana. Un extraño paréntesis en esta obra maestra de teatro llamada existencia de mierda. Un giro del guión impuesto por una actor de segunda que ha llegado de improvisto y sin maletas, dispuesto a conquistar el mundo. El enemigo no tiene cabeza ni pies. Por eso será vencido como nosotros con una vacuna y con cadenas. En el futuro  despreciarán a nuestra bienhechora destructora vírica, y se sorprenderán de lo atrasado que era nuestro sistema.

Las puertas de esta dulce cuarentena se abrirán y se acabará la buena voluntad.

Y la gente dirá al salir:

Yo quiero esto, lo otro, tener más que nadie, comerme el mundo, y que revienten los demás, carajo.

 

No me llena de tranquilidad la pandemia . Aunque me resigno y acato su hermosa voluntad, caiga quien caiga, incluso yo; porque entiendo que de forma transitoria se está haciendo justicia poética y universal a través de una obra dramática, un verdadero clásico de la historia llamado: el Pandemicon.

Hace unos días, tras salir el arco iris tras las lluvias entre la tristeza lógica de mis vecinos, empresarios y políticos , me decidí a salir vestido con una sonrisa . Sin convertirme por ello en esos creyentes del viejo sistema del self, en uno de esos fanáticos del tu puedes. Ahora esos fanáticos  están en casa encerrados, aprovechando para ensayar entrevistas laborales para supermercados, y cargándose de energía positiva para la salida. Les mando un cañonazo de energía negativa para que estén en forma. ¿ Por qué no imitarles y salir  siempre positivo  de casa? Estaba  carente de alimentos frescos desde hacia días, y debía a ir a un supermercado para enfrentarme al ejercito capitalista.  Por ello decidí ir a comprar con buen animo. Comprar, venderme,  algo desagradable para mi, no solo ahora desde siempre. Oh señor, entrar en un supermercado, un ritual macabro, peor que un rito satánico- Es más oscuro que una invocación al diablo, escuchar las ofertas de un mercadona por megafonia.   Incluso tengo una lista de supermercados censurados, como censurado he sido yo por el estado, y nunca comprendido entre mis pro-apocalípticos vecinos y políticos locales cuando decía:

Soberanía alimentaría.

Y ellos me contestaban con verdadero odio:

Te vamos a destrozar lo que plantes.

Hablando del diablo, al entrar el supermecado de la cooperativa San Isidro, me encontré al cabo de unos minutos  con él. La gente deambulaba con mascarillas, más amable y humilde que nunca. Me saludaban por primera vez en mi vida desconocidos de Vall d´ Uixó. Sin duda la positividad funciona.  Había orden, silencio, paz, respeto en las filas. Alguien  debió ser cenizo, y poner de su parte energía negativa. De repente la paz se rompió  cuando entraron 8 policías. Yo levanté las manos al manos al aire , y me puse de rodillas, y tal como se debe hacer cuando se ve a un policía. Las manzanas que llevaba en mi cesta cayeron , y empezaron a rodar entre los pies de la gente detenida, como aquella primera que cayo del árbol de la ciencia en el paraíso y que llegó a ese tal Newton, para formular esa chorrada de la gravedad.

Como las leyes de la relatividad , la policía cambió su habitual rol de perseguidores de youtuber, y adoptaron los de youtuber. Se pusieron en fila, todos de azul y armados. Uno de ellos sacó un móvil, y empezó a filmar  la escena. El actor- police-youtuber, muy nervioso, encargado de hacer su papel principal, un discursos de agradecimiento, hablaba dando gracias al buen comportamiento de la gente que estaba detenida en casa. La falta de experiencia en hacer vídeos, con un argumento plano, se mitigó cuando pidieron el aplauso. Entonces se creo un ambiente muy positivo cuando la gente se vio obligada a aplaudir  ya que  uno de ellos puso la mano en el cinturón con la pistola.

Y sonó como un tiro los aplausos.

Mi voz se escuchaba entusiasta de forma sincera, y espero que se oiga en el vídeo, aunque estaba en el último pasillo escondido detrás de las compresas gritando:

Viva la cuarentena, las multas y la policía youtuber.

Si lo escucháis, soy yo. Por humildad y ceder el protagonismo a la policía en el vídeo, decidí no salir en primera línea y quedarme escondido en retaguardia.

Pensaba mirando una caja de tampones como lo hubiera hecho yo ese vídeo con esos policías. Pero no me atrevo a decirlo, por si me quitan la idea o me detienen, o ambas cosas.

La escena duro unos estrepitosos minutos, luego volvió todo a la serenidad.

Salí como si nada con mi compra al cabo de un momento, más corto que un intermedio de la tele. Fuera tiré al suelo las bolsas de la compra, pensando como la iba a cargar en la moto. Llevaba entre el saco de estiércol de  oveja de 20 kilos, los semilleros, pan, arroz, lejía, docenas de botes, frutas, unos 40 kilos. No era mucho para una moto de 125. Pero el problema era el volumen.

Al volver a casa, y repasar las bolsas, recordé, porca miseria.

Oh, el bronceador.

Lo había olvidado, y mis faena agrícolas en la terraza de casa, lo hacia imprescindible. Es un EPI de seguridad obligado a tener en todas las instalaciones agroforestales, hasta que la capa de ozono se reconstituya. Y esto solo puede hacerse con una cuarentena de 100 años.-

Angelillo de Uixó.