— Papi, ¿Dónde van los perritos cuando que mueren? — preguntó Lucía con los ojitos llenos de lágrimas —.
Ese día llovía. Hacía poco habían perdido a Chuchi, un bulldog francés con el cual Lucía había crecido. Lo amaba y su muerte había puesto triste a toda la familia, pero a ella en particular. A lo lejos se asomaba un arcoíris. Su padre la abrazo fuerte y le dijo:
— ¿Ves aquel arco iris Lucía?
— Si papi —.
— Pues Chuchi y todos los perritos que mueren, van a un lugar más allá del arcoíris. En ese lugar no hay dolor, muerte, sufrimiento. Ahí juegan contentos unos con otros. En ese lugar nos esperán a nosotros cuando también dejemos de existir — .
— ¿Por qué mueren los perritos papi? — soltó una lágrima y lo abrazó —.
Vicente no pudo contener sus lágrimas. Correspondió al abrazo de su hijita.
— Todo ser viviente deja de vivir algún día Lucía querida — su voz era dulce, cálida, plena de ternura — Pero no mueren del todo ya que el alma no muere nunca. El alma es una luz que tenemos todos dentro. Al morir esa luz sale y va a otro lugar a vivir.
— ¿Más allá del arcoíris? — le interrumpió —
— Sí cariño, ese lugar más allá del arcoíris en donde ahora está Chuchi. Quisiera que recordaras todos los momentos bonitos que nos regaló, que vivimos junto a él. Todo el amor que nos dio y nosotros le dimos. Es normal que estemos tristes y lloremos, eso no está mal, pero mejor recordar las veces que jugaste con él, cuando corrías junto a él en el parque, cuando dormía contigo. Los perritos son regalos que nos da la vida para que podamos darle cariño, afecto, amor incondicional.
— No quiero tener otro perrito papi, más nunca —.
— ¿Por qué dices eso corazón? —.
— Porque se mueren —.
— Ahora dices eso porque estás triste. Hay muchos otros perritos que podemos darle cariño, afecto, todas esas cosas bonitas que le dimos a Chuchi. Seguro que Chuchi estará contento al ver que queremos a otro perrito como a él. No igual que a él, porque él es y será único. Él estará aún más feliz si te ve contenta y que otro perrito corre, juega contigo, que lo cuidas como lo hiciste con él. Además hay cachorritos abandonados que nadie quiere. Nosotros podemos tener uno, si así lo deseas mi niña bella — Besó su frente y acarició su rostro triste —.
Lucía sonrió. Se recostó al lado de su padre y se quedó dormida.
Son los momentos que quedan grabados en la memoria para siempre. Le dolía la muerte de Chuchi , pero tenía la gran satisfacción de haberle dado todo el amor que pudo a aquel animalito, y haber pasado juntos grandes e inolvidables momentos. Oteó al horizonte y se quedó mirando al arcoíris. Se imaginó a Chuchi ladrando, corriendo, feliz en aquel lugar eterno de luz, pues él, convencido está de que existe.