Pablo Cabrera

LA MANO DE MI MADRE

 

Eran senderos nuevos las baldosas
de las calles gastadas
en aquel tiempo gris.
Eran desfiladeros los pasillos
de la vieja vivienda de mi infancia.
Universos los patios, regiones las ventanas,
fortunas los juguetes
en aquel tiempo gris.

La mano de mi madre fue la brújula
que señalara nortes protectores,
el puente que salvara precipicios
y la nave que hendió con sutileza
mares y vendavales con inmutable rumbo.

La mano de mi madre, descuidada de ausencias,
sigue anidando en esta perplejidad de hoy;
maternal placidez de suavísimo cirio
cuyo aroma redime sonrisas y atriciones,
cuya luz desenlaza promesas y quebrantos
sobre el ara de un tiempo, no menos gris que aquel
en el que tanta vida no temía
la quietud del crepúsculo.

 

 

PABLO CABRERA, 29 DE MARZO DE 2020