Martin Banda

Calderón de la Barca lo dijo.

Somos ceniza y polvo,
no duramos más que un suspiro que brotó del fondo.
Somos ese sueño crepuscular que al despertar no recuerdas.

Nuestra vida se vive en la frontera borrosa de la realidad y el sueño;
vivimos en un sueño mientras la vida se va como un sueño.
Despertamos cuando estamos a punto de morir.
Brota una lágrima y se seca la garganta;
abrimos los ojos y despertamos...
despertamos para ver lo que no pudimos hacer
y pensamos:
ojalá hubiera vivido más,
ojalá hubiera...
ojalá hubiera...
pero, ya no hay hubieras, mucho menos ojalás.

Te haces polvo y desapareces.

Solo queda una brisa que se evapora al amanecer,
un rastro de vida que la marea borra,
un bajo recuerdo que se pierde en el infinito.
Suena la última nota de la trova,
se acaba la última copa
y ahí donde se prende la farola
se apaga la luz que alguna ves acaricio tu piel
y nace la noche que te acompañará en la oscuridad,
noche que te arropará por toda la eternidad.

Y los que te ven desde arriba lloran tu hermosa vida
para irse a soñar una ves más,
mientras la vida pasa y pasa...
Y al final... no queda nada, no queda nada.