El monte de cabellera suelta trepa
aferrado a las cuerdas tendidas
del viento.
En la fuente parda
donde el barro se desangra
vienen a beber las raíces y los pájaros.
A contra cielo,
los troncos esparcen
su sombra
en varias direcciones,
como si no acabaran de decidir
el camino de la fuga.
Instalados en el corazón del exiguo verano
quieren agotar en una estación
las ansias de vivir,
porque un túmulo de flores
prepara ya la tumba
que el otoño cavará con sus palas de ocre
y su lívida humedad.